miércoles, 29 de febrero de 2012

sábado, 18 de febrero de 2012

Monólogo sobre el tango

Me preguntas por qué me gusta tanto el tanto y, la verdad, es que no puedo contestarte. No es que no quiera, no puedo. Es que no me gusta, no, no me gusta el tango, al tango lo amo y el amor no soporta explicaciones. Te podría decir que te amo, porque jamás he escuchado una voz más bella en las mañanas, o porque tus pasos golpean la tierra con tal fuerza que me hacen  pensar que en ti hay un volcancillo dormido. Pero, eso no es cierto. Si te lo dijera, te mentiría. Te amaría así estuvieras en una silla de ruedas, así nunca pudiera escucharte, así jamás estuvieras cerca. No se ama lo que es, sino lo que ha sido, lo que fue, lo que será, lo que no se sabe, lo que deja una invisible presencia.
Así que amo el tango, porque nació oscuro, de los sueños de libertad de los esclavos, de los bailes de tambor de los negros. Lo amo, porque el más antiguo que se conserva, el entrerriano, fue compuesto por Mendizábal, un afroporteño. Pero eso no es cierto, porque el tango ahora no tiene tambores, y ya no se baila soñando la libertad o renegando del destierro.  Aunque, tal vez sí lo sea, porque el tango sigue siendo oscuro, como la noche que “son tus besos, amor mío, perdidos más allá de la ciudad,” o como el empedrado sobre el que rodó un lagrimón de Le Pera. Y porque es oscuro es alegre, feliz, porque solo cuando no hay estrellas podemos confrontarnos y saber quiénes somos, y bailar a nuestro propio ritmo, entonces la felicidad no es de los demás, es nuestra.
¿Ya vés? Me preguntás por qué me gusta el tango y no sé lo que digo. Es que estás aquí y te miro, y la oscuridad no existe, pero no te vayas, “No me esquivés tus ojos, que me ocultás el cielo/ no me negués tus labios, que no puedo soñar.” Pero a quién hablo, la noche está oscura, no hay luz, nunca estarás jamás cerca y yo, no veo otra opción que sentarme y escuchar un tango.

viernes, 17 de febrero de 2012

Presentación

Si algo caracteriza al tango son sus contradicciones. A pesar de ser un género musical sin instrumentos de percusión, su nombre proviene de expresiones africanas que significaban tambor o el lugar donde se reunían los negros a bailar al sonido de los cueros. Sus letras nostálgicas e intimistas contrastan con su baile estilizado y cabaretesco.
Sobre el blues, Albert Murray diría que es un género que canta la tristeza para librarse de ella.  El tango, en cambio, es, en palabras de Santos Discépolo, “un pensamiento triste que se baila.” El tango no se desprende de la tristeza, la hace parte de una estética en cuya celebración se encuentra la alegría.  Canciones tristes, en el baile del tango se convierten en festejos, en espectáculos de esperanza. En Por una cabeza, Gardel se pregunta, “¿para qué vivir?” Bailando el mismo tango en Aroma de Mujer (Brest, 1992), Al Pacino invita a Charlie Simms a regodearse en el melifluo y  difícil acto de existir.
Este blog nace de mi asombro por estas contradicciones. De esas que nos constituyen de forma tan certera como la muerte. En últimas, no es más que un pretexto para expresar el placer de la nostalgia del tango. Es tan absurdo como el género que lo inspira. En él se encontrarán ficciones literarias sobre historias verdaderas, diálogos en los que sólo yo he hablado, mensajes que espero nunca tener que comunicar. Con la tranquilidad de saberme diletante, lanzo estas letras al mundo del internet, esperando que alguien encuentre esta botella ya vacía.